lunes, 28 de enero de 2013

Leyendo "Laura y Julio" de Juan José Millás

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un libro. Laura y Julio es una de esas novelas inteligentes que cuentan mucho sin necesidad de contártelo todo. Un entretenimiento mental y racional, puesto que da para pensar todo lo que quieras y más. El autor, Juan José Millás, pone su privilegiada cabeza de gran pensador al servicio de una historia. Nos traduce sus pensamientos en forma de relato, de manera amena a la vez que inquietante, demostrando que tiene la capacidad de ponerse en el lugar del otro, en el lugar del lector. Sus cultivadas dotes de observador quedan patentes durante las descripciones. Y sus interesantes reflexiones sobre el comportamiento humano nos las ofrece a través de algunos de los diálogos entre los personajes.

Laura y Julio está escrita con una mezcla de originalidad, técnica e ingenio. La vida de los personajes es diseccionada con la precisión de un cirujano. Millás escribe con un bisturí. Su estilo es moderno. La narración muestra la acción, sin digresiones. En este sentido es aséptica, limpia. Y sin embargo sembrada de metáforas fulminantes, igual que un campo minado.

La estructura de la novela es perfecta. El autor la construye con la habilidad y pericia de un relojero artesano. Desde luego sabe cómo dar cuerda al reloj. Conoce los mecanismos para que todas las horas suenen a su debido tiempo y con el efecto deseado. Los tiempos están muy medidos. Te van llevando gradualmente al fondo de la historia, dejando las pistas precisas para seguir el camino. Sin ser un libro de intriga al uso, sí que despierta un ávido interés por ver lo que va a ocurrir. Los hechos se suceden con la cohesión de un dominó en cadena, van dándose la vez y cayendo unos sobre otros. Así es difícil retirar la vista.

Millás es un atleta del sentido. Por extraños que sean los elementos de la historia, todos cuadran y se apoyan entre sí. Y todos apuntan a una dirección, su norte es la idea de lo falso, que es la idea principal que busca transmitir el relato. “La realidad es un bien escaso”, dice uno de los personajes. Se trata de una afirmación que va a resumir varias de las situaciones planteadas a lo largo de la narración, más aparentes que reales. Qué es lo real, nos va a hacer preguntarnos. Y ese cuestionamiento lo acentúa también desde la gramática, por medio del uso recurrente del imperfecto de subjuntivo, un tiempo verbal tan indefinido como subjetivo.

Otra idea destacada en la novela es la atracción por lo desconocido, sobre todo si lo conocido no nos llena. Es más, llega a presentar lo desconocido como una vía de escape de la realidad. Tampoco es de extrañar, teniendo en cuenta que la realidad del personaje protagonista es una ruptura sentimental. Eso es lo que vive Julio, y en toda su crudeza además.

A medida que pasamos las páginas vamos a adentrarnos más y más en la psicología de los personajes. Aquí es deslumbrante el manejo de los paralelismos velados. Millás nos habla de objetos con los que implícitamente nos está hablando del estado anímico de los personajes. Confía en nosotros, nos está haciendo partícipes de la interpretación de lo que les sucede.

Y lo que le sucede a Julio es una especie de desdoblamiento: se ve como en un espejo a través de “los ojos” de otro personaje. Se pone en el lugar del otro en relación a él mismo. Algo parecido a lo que le puede suceder al lector de esta turbadora novela: verse como si el libro fuera un espejo y se mirase en él a través de los ojos de Millás.

En una entrevista le escuché decir que lo que le había conducido irremisiblemente a la creación de Laura y Julio fue una imagen, la de dos pisos contiguos y su mutuo reflejo. Y es que la casa de un vecino que viva al lado hace de espejo y viceversa. Aquello que en una casa cae a la derecha queda en la otra a la izquierda. Habitaciones, cocinas y cuartos de baño guardan una por una las leyes de la reflexión. Tanto es así que al otro lado de la pared del dormitorio, como una prolongación de nuestra cama, suele estar la del vecino. Millás lo expresa en el libro del siguiente modo: siguen entre sí “la misma relación espacial que dos siameses unidos por la espalda”.

La sugerente imagen de los pisos contiguos le impulsó a escribirla y a mí a leerla. Seguramente porque la simetría de los dos pisos tiene mucho que ver con la que cumplen las dos mitades de un cuerpo humano. Son una réplica de lo humano. Las dos caras de una misma moneda. Hasta comparten desagües comunes, como nuestras dos mitades. Izquierda y derecha, unión y separación, realidad y ficción. Laura y Julio, Millás y tú.


© Ricardo Guadalupe

1 comentario:

fus dijo...

Muchas gracias por tu informaciòn y tomo nota para pròximas lecturas.

un saludo


fus