jueves, 27 de noviembre de 2008

Ramón Díaz Eterovic (Chile) / Correr tras el viento (fragmento)

Aclaración: Los nombres de Changa y Rendic aluden a personajes masculinos, mientras que Martina se trata de la mujer de la que Rendic estaba enamorado.

"En el humo de los cigarrillos de tabaco negro que fumaba por las noches, Changa intuía que el peor enemigo del pasado son los recuerdos. Y por eso, o porque el amor es el único sentimiento que permite observar la vida, volvía una y otra vez a la tarde en que se descubrió a solas con Rendic en aquella casa donde se imponía un olor a flores secas y humedad. Las pupilas se habían marchado diciendo que era preciso orear las habitaciones y espantar el fantasma de la finada. Una orden que Changa se dispuso a cumplir antes que la nostalgia o la necesidad lo obligara a regresar a la casa donde las mañanas eran lentas y las noches largas y bulliciosas.
Al iniciar el trabajo, vio salir a Rendic del cuarto que había sido de Martina y sintió un miedo similar al de aquella noche que ninguno de los dos olvidaba y que a veces, cuando el aguardiente hacía su juego de caracolas y ensueños, recordaban como un secreto que de tarde en tarde era necesario airear para contar con un motivo para seguir viviendo.
Rendic maldijo a las mujeres que habían abandonado la casa y ordenó a Changa dejar tranquilas las ventanas, porque desde ese instante, o más bien desde la muerte de Martina, todo lo que ocurriera en la casona rosada dependía de su voluntad. Envuelto en el silencio que lo caracterizaba, Changa se ocupó de trozar leña, vaciar cantoras y lavar las sábanas impregnadas del semen urgente de los últimos visitantes. A la medianoche, mientras barajaba un sucio mazo de naipes españoles, escuchó los gritos que desde la calle daba un cliente y observó a Rendic abrir una ventana y exclamar a voz en cuello la verdad entristecida de esa hora. La oscuridad devolvió las protestas del extraño y Rendic, sin ánimo de iniciar una reyerta, retornó a la pieza de Martina para seguir hurgando en la cómoda que contenía sus corpiños, pañuelos y medias de antaño. Las telas rojas del deseo, las negras del olvido, las amarillas de la suerte. Lo vio tomar las prendas, apreciar sus perfumes, las huellas de antiguas fiestas y supo que en ese ejercicio fetichista reconstruía la historia que los unía."

5 comentarios:

Ricardo Guadalupe dijo...

Rendic recurre a las prendas de Martina para mantener vivo su recuerdo. Cuántas veces hacemos nosotros lo mismo con determinados objetos para tener presentes amistades, amores o situaciones y recuperar con la memoria momentos que hicieron posible sentirnos felices.

Yo mismo miro alrededor y descubro un posavasos de papel del Café de Flore, manchado con un poco de vino, que me traslada a los itinerarios por París que me hicieron revivir algunos de mis relatos literarios favoritos en sus escenarios reales. O una foto en la que aparecemos unos amigos en falda escocesa en un viaje irrepetible al festival celta de Ortigueira.

Me estoy refiriendo a esos recuerdos que, tal como escribe Eterovic, necesitamos de cuando en cuando “airear para contar con un motivo para seguir viviendo”. O al menos, diría yo, para tomar conciencia de que esos momentos existen y de que pueden volver a darse de algún otro modo.

En cambio, cuando ya no estoy tan de acuerdo es cuando escribe que “el peor enemigo del pasado son los recuerdos”, puesto que aunque creo intuir lo que viene a decir, yo considero que es el olvido el peor enemigo del pasado. El problema está cuando el no olvidar le lleva a uno a dar más importancia a las ausencias que a las presencias, o a los ausentes que a los presentes, ahí está el peligro.

CristinaVR dijo...

Qué interesante el comentario al poema, Ricardo. Un motivo ya clásico: la búsqueda del tiempo perdido...
Me trae a la mente un pasaje de Ocnos, de Luis Cernuda, donde se describe el momento en que sensación, sentimiento y reflexión se aúnan en un ahora intenso y lleno ...al "son de aquellas campanas de la Catedral"

jarta dijo...

Qué seria de nosotros sin la memoria para recordar lo bueno y evitar caer de nuevo en lo malo.
Todo objeto tiene su historia. Conservar aquellos que nos hicieron sentir, de una forma u otra, es preciso, aunque no vital. Cuantas veces hemos recordado sin necesidad de acariciar un pañuelo, o abrir un álbum de fotos...

Trenzas dijo...

Es un gusto venir y descubrir nuevos nombres a los que admirar.
De vez en cuando necesitamos teenr en las manos cosas que hacen más vívidas las sensaciones, que nos retrotraen a un ayer, lejano o no.
La fuerza de esa humilde flor metida entre unas páginas.
:)
Me ha gustado el fragmento. Apunto a este autor entre los pendientes de encontrar.
Abrazos, amigo.

gemmacan dijo...

Como supongo muchos de nosotros, tengo recuerdos más que amargos (muchos menos que los buenos) y nunca he luchado a favor de su olvido, no me parece la manera más acertada ni la más eficiente para borrar el daño que nos puedieran causar. Como al miedo, como a la tristeza, hay que permitirle la entrada en nuestro cuerpo y aprender a convivir también con ello; el pasado, sea cual sea, forma parte de nuestro presente y es bueno, de tanto en tanto, darle una repasada, sin juicios ni reproches, sin hacer énfasis en la añoranza, sin querer tampoco regresar a él.
Las prendas de Martina están bien donde están, siempre y cuando el acudir a ellas no suponga una pesadumbre para el ánimo.

Como siempre, un beso fuerte.