martes, 7 de agosto de 2012

Leyendo "Mañana en la batalla piensa en mí" de Javier Marías

‘Mañana en la batalla piensa en mí’, ‘y caiga tu espada sin filo: desespera y muere.’ ‘Pese yo mañana sobre tu alma, sea yo plomo en el interior de tu pecho y acaben tus días en sangrienta batalla: caiga tu lanza.’ ‘Piensa en mí cuando fui mortal: desespera y muere’. Estas citas de Shakespeare, a quien tanto admira Javier Marías, aparecen en el libro, siendo una de ellas su título. Y lo es porque indudablemente la historia que cuenta tiene que ver con la escena III, del acto V, de la obra teatral Ricardo III. En ella Shakespeare habla de la carga de los muertos y de los remordimientos de los vivos, tal como hace Javier Marías en el libro.

Otro tema que plantea el libro es el azar, aunque sea en su vertiente envenenada, aviesa. Un azar al que los personajes se entregan de antemano sin resistencia, resignados, no porque no vivan el hoy, sino porque no esperan nada del mañana. No creen en la justicia, para ellos por encima de la justicia está el azar, siempre envenenado.

Los personajes, sobre todo el protagonista, claro, llevan un muerto encima, en el sentido amplio de la palabra y en el concreto también. Sus muertos les atormentan, les mantienen bajo encantamiento, se vengan. Al menos así lo vive el personaje principal, casi a lo Ricardo III, y no es que haya matado a nadie, simplemente está capturado por la visión de la muerte ajena, concretamente, y por la experiencia de alguna muerte propia, en el sentido amplio de la palabra.

El encantamiento, por ende, se traslada a los lectores, gracias al buen hacer del autor. Si se me permite el paralelismo, el autor se convierte en nuestro muerto, y el libro en su venganza, sin por ello poder dejar de leerlo ni admirarlo, estamos capturados, bajo encantamiento. Es alta literatura. Vengativa y alta literatura.

Menos mal que el protagonista, y nosotros con él, se encamina a la expiación a través de la confesión de lo ocurrido. No por mala conciencia, para la que no tiene muchos motivos, quizá por cansancio, fatiga, lo que es seguro es que lo hace para romper el encantamiento.

Como decía, alta literatura. Javier Marías, con una escritura tan atractiva como reflexiva, hace lo que se debe esperar de todo gran escritor: Muestra un mundo y lo enjuicia. Toma como base su singular capacidad de observación y la integra en una trama que, instintiva o premeditada, le sirve para poner caras y escenarios a todas sus voces con maestría.

Al mismo tiempo, como también venía a decir antes, su punto de vista no es el más optimista del panorama literario, tampoco lo pretende, es oscuro, negro. Otro tinte que envuelve el mundo que nos presenta, el mundo que describe, es el de los barrios de clase alta, a los que Marías está habituado. Al fin y al cabo uno cuenta lo que observa; Y con el estilo al que le acostumbran a uno la educación y la posición social. Lo digo porque Javier Marías bien podría pasar por un caballero británico, y esa distinción, para bien o para mal, se nota en su escritura.

Pero que nadie se confunda por esto último que acabo de señalar. Y baste como ejemplo la desternillante escena de la novela en la que aparece el rey don Juan Carlos I, al que irónicamente llama el Único, el Solitario, Only the Lonely, Only You o el Llanero. Sólo por esta escena merecería la pena leer el libro, y mucho. Aquí don Javier Marías, republicano convencido, da rienda suelta a su humor, y, por qué no decirlo, a su valor, para hablar sin complejos de lo que piensa sobre la monarquía. Para enmarcarlo.

Así que el humor también es un aliciente en este libro, como lo es el sexo, que sin ser explícito está latente cada vez que Víctor Francés, el narrador y protagonista de la historia, se cruza o encuentra con alguna fémina. Además, a ese alter ego mujeriego de Marías no son pocas las ocasiones que se le ofrecen, se diría que el autor no tiene ningún problema en regalarle de cuando en cuando las situaciones necesarias para complacerlo. O para complacerse.

Con una cita galante echada a perder comienza la novela. Mi recomendación es que la sigas leyendo. Marías es uno de los grandes. Y si la lees, acuérdate de mí. Mañana en la batalla piensa en mí.


Este artículo me lo publicaron en la revista digital Terral, en su número de abril del presente año.

3 comentarios:

Andrea Vinci dijo...

lo leí hace años, la primera parte es una obra de arte. De la mitad en adelante se cae un poco, para mi gusto, claro que comparado con el principio que es magistral. Bss. mexicanos

Darío dijo...

Marías merece un Nobel mucho más que aquellos a los que se lo dan. En mi opinión, sesgada seguramente, es el narrador más grande de nuestra lengua. Su ironía hiere, y su reflexión profunda, conmueve. Pero la utilización que hace del lenguaje es, sencillamente, la apoteosis de éste. Un abrazo.

Jordi dijo...

Esta tarde Ricardo, me he sumergido de nuevo en el impetuoso y lírico torrente de palabras que parecen bailar unas con otras al son de tu pensamiento o de tu discurso mental; una lucidez tan sólo atribuible a una mente sensible y preclara capaz de desgranar, con una profundidad y una perspicacia dignas del mejor psicólogo, las ideas que parecen brotar incansablemente de una novela magistral; una novela llena de misterio, de honradez, de valentía a la hora de abordar temas tabús para nuestra sociedad cada vez más hipócrita....una historia ávida de causas y azares que no comprendemos del todo, de hechos fortuitos que se van concatenando de un modo subrepticio y envenenado enlazando las vidas de los diversos personajes que el genio narrativo de Javier Marías nos presenta.

Leí esta novela por primera vez cuando tenía diecisiete años, unos cuantos después de la muerte de mi padre, y constituyó un punto de inflexión en mi conducta a partir de entonces. Me hallé resuelto a abandonar la "negra espalda del tiempo" por cuyos lares anduve deambulando durante un largo período de crisis romántica. No sé si alcancé del todo ese propósito de enmienda, pero sin duda su lectura fue uno de los mayores descubrimientos literarios que se me han ofrecido.....yo no los he buscado, o quizá no he sido consciente de ese caótico proceso de anhelar historias que no conocen fronteras ni se adentran en realidades excesivamente prosaicas; historias que atrapan y que nos someten a una suerte de encantamiento del cual ya no queremos escapar, porque nos envuelve y lo asimilamos como propio. La magia de la literatura que cala en lo más hondo del alma.

Gracias por compartir tu pensamiento con el resto de lectores que rinden tributo a este grandísimo narrador. Intentaré no incurrir en la negligencia y seguir de cerca tus opiniones sobre otros autores.

Un saludo,

Jordi.