lunes, 21 de enero de 2013

Leyendo "Señora de rojo sobre fondo gris" de Miguel Delibes

"Soy consciente de que con su desaparición ha muerto la mejor mitad de mí mismo”. Lo dijo Miguel Delibes en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, pocos meses después de la prematura muerte de su mujer, Ángeles de Castro. Ella le inclinó a la literatura, con ella tuvo siete hijos y ella fue su inseparable compañera durante cerca de 30 años. Ángeles de Castro es la señora de rojo sobre fondo gris.

Este libro es la única novela que el maestro Delibes escribió directamente en homenaje a una persona. Sin ser una biografía ni utilizar nombres reales, sí que es una clara evocación de la figura de su esposa. “La alegría que ha inspirado, no sólo a mí, sino a toda la familia”, así definió a Ángeles de Castro el escritor vallisoletano. Y esa visión es la que refleja en las páginas de esta preciada joya literaria. Mientras el lector recorre sus líneas se va impregnando de un sentimiento hondo de amor, sin sensiblerías de por medio, simplemente auténtica devoción descrita por alguien que, además de saber lo que es el amor, sabe y muy bien cómo contar una historia.

Un amor que adquiere un dramatismo y me atrevería a decir que una plenitud cuando aparece, primero sigilosa, después como un golpe seco, la enfermedad. La narración se va a ir acercando y centrando en las fechas inmediatamente anteriores al 22 de noviembre de 1974. De ese día del calendario, Miguel Delibes escribiría en una carta a su editor y amigo Josep Vergés lo siguiente: “Me parece que hemos pasado de la juventud a la vejez no en poco tiempo, sino en una noche”. Ángeles de Castro fallecía a los 50 años de edad.

Por tanto, esta novela habla sobre la muerte, sobre la pérdida y sobre un pesar tan humano y sencillo como es lamentar no haber dicho a tiempo a alguien ya muerto cuánto lo amabas. “Un día adviertes que aquel que te ayudó a ser quien eres se ha ido de tu lado y, entonces, te dueles inútilmente de tu ingratitud”. Este pasaje del libro me conectó con aquellas palabras que un Borges ya mayor y muy sabio dijo en una entrevista: “cada vez que muere alguien, uno inevitablemente piensa: no me hubiera costado nada ser más bueno. Sin embargo, uno no lo ha sido, uno ha insistido en tener razón, lo cual es una mezquindad”.

Mención especial merece la referencia que hace la novela al contexto político de esos años, no tan lejanos. El narrador es un padre que se dirige a su hija, encarcelada por oponerse al proceso 1001, que había llevado a prisión a toda la dirección del sindicato Comisiones Obreras, con penas de 12 a 20 años. Hasta los últimos momentos de la dictadura franquista las condenas por motivos políticos estuvieron a la orden del día, y las torturas también. Aquí Delibes demuestra que es un escritor comprometido con su tiempo. Él mismo sufrió la censura del régimen como director del diario El Norte de Castilla, función que se vio obligado a abandonar por presiones y amenazas. Señora de rojo sobre fondo gris no se publicó hasta bastantes años después de la muerte del dictador.

Pero volvamos al corazón de la novela, volvamos a Ángeles de Castro. Su retrato no sólo es literario, también lo encontramos a modo de pintura en la portada de algunas ediciones del libro. De ahí viene su título, del nombre de ese cuadro. El pintor Eduardo García Benito la retrató casi a la edad a partir de la cual no cumpliría más años. Ángeles de Castro no envejeció. La pintura quedó como testimonio de su imagen imperecedera.

Empecé este comentario al libro con una cita del discurso de ingreso de Miguel Delibes en la Real Academia Española. En Señora de rojo sobre fondo gris hay una frase que, aunque puesta en boca de un personaje ficticio, corresponde al discurso de respuesta del académico Julián Marías, concretamente a las palabras que dedicó a Ángeles de Castro: “Una mujer que, con su sola presencia, aligeraba la pesadumbre de vivir”. Contaba Delibes que la frase le dejó con un nudo en la garganta, preguntándose si podía decirse de alguien algo más hermoso, pensando que exactamente así era ella.


© Ricardo Guadalupe

4 comentarios:

Andrea Vinci dijo...

Magnífica síntesis para un libro magnífico, un libro que, casi me atrevería a decir, es "un experimento" a estas alturas del Siglo XXI.
Un abrazo,

Ginés J. Vera dijo...

Delibes es un maestro, es, verbo en presente. Aunque él no está, están sus obras, al alcance de todos aquellos que quieran leer buena literatura. En librerías y bibliotecas. Lo esencial es invisible a los ojos, dijo otro monstruo literario, y al leer esa frase de don Miguel en su discurso, o la de Marías, creo que se nos contagia el nudo en la garganta al reflexionar como lo poco expresa tanto. Gracias, don Miguel; gracias, Ricardo.

María García-Lliberós dijo...

Esta novela la leí hace mucho tiempo y recuerdo que me impresionó mucho. La tengo en mi biblioteca y, tal vez, le dé un repaso.
Yo también seguiré este blog.

Aristóteles dijo...

Muchas gracias por tus textos. Los tendré en cuenta. No sé si en México vaya a encontrar esta literatura,... y menos aca en el norte.
Un abrazo.