Publicado el 26/01/14 en el portal cultural civiNova: http://www.civinova.com/
Antes de abrir “Relatos con abrelatas”, de Ricardo Guadalupe, me detengo en el título. Los títulos crean expectativas y asociaciones en el lector. Al instante evoco mi habitual dificultad para abrir latas. Después descubro al final de cada relato una especie de manual de instrucciones de uso y eso me tranquiliza.
Ricardo, como señala en el comentario de su relato “El rizo de Ventura”, nos expone sus trozos de carne diseccionados. En esta ocasión su escritura nos comunica claramente su posición ante lo que le rodea, sin dejar ningún cabo suelto. En este conjunto de relatos se concilian perfectamente planificación y relato abierto. Ricardo, en lugar de ofrecernos historias cerradas y explícitas, deja espacio al pensamiento, a la interpretación y al juego del lector. Es el lector el que debe descubrir por qué se extrae la piedra de la locura en la pintura del Bosco o desvelar los oscuros secretos que se esconden en la fruta desperdiciada. Eso sí, como él mismo nos dice “todos los elementos tienen que estar en el papel para que el lector pueda cerrar bien la historia”.
“Relatos con abrelatas” es como un semillero de futuras novelas. Cada relato podría ser el comienzo o semilla de una novela.
Los comentarios que siguen a cada relato, además de resultar una innovación, ofrecen un valor añadido al libro. Estas glosas son la historia de la propia historia, una especie de “meta-historia” y una reflexión sobre el proceso de la escritura. Además de resultar reveladores, algunos comentarios encierran una gran belleza y lirismo. Dice Ricardo en “Fruta desperdiciada”:
“Una mirada parece tener el poder de tocarte, como cuando te vuelves sin motivo aparente y te encuentras con los ojos de alguien que te está mirando”
Son los “Relatos con abrelatas” una invitación a todos los sentidos. Hay pinturas que narran historias, relojes que emiten la música de la esperanza y películas en los párrafos de “Fronte”, “La casa de Clara” o “Ituina”. Ricardo nos introduce en la confusión sensorial de la sinestesia: “Allá donde miro escucho la sordera de las cosas”.
En su galería de personajes encontramos seres alienados, extrañados de sí mismos, como el guarda jurado que lee libros; seres que buscan en la Luna en vez de en la Tierra; seres hambrientos de afecto y de nostalgia por el padre muerto, que incluso en el ataúd parece enfadado; esa mujer que “se levanta y conecta un radiorreceptor en el que se gastó la plata de veinte noches de favores al ministro”; aquel que reconoce rostros queridos en la pared lisa de la muerte.
Ricardo va desvelando los interiores de estos seres a través de símbolos que poetizan la realidad: el gato ausente, la ventana abierta, el forro de cómic que envuelve el libro, la incapacidad de pasar la página, el despertador que nos avisa de que un día el amor puede quedarse sin pilas y convertirse en una criatura muerta.
Querido lector, debes tener cuidado de no cortarte al abrir alguna de estas latas. Y si lo consigues, puede que en su interior encuentres un ser llamado “RCR-E-29” que se ha convertido en una piedra.
Al abrir una lata llamada “El hacedor” encuentras el vértigo de no poder leer todo lo escrito, el laberinto borgiano de la búsqueda infinita y la mariposa de su rostro en continua transformación en la corriente del tiempo. Las latas llamadas “La estela del ovillo”, “El viaje”, “La alarma” y “Hoy, en el Dunas” contienen seres que son laberintos que... (pincha aquí para ver el texto completo y seguir leyendo)
Ricardo, como señala en el comentario de su relato “El rizo de Ventura”, nos expone sus trozos de carne diseccionados. En esta ocasión su escritura nos comunica claramente su posición ante lo que le rodea, sin dejar ningún cabo suelto. En este conjunto de relatos se concilian perfectamente planificación y relato abierto. Ricardo, en lugar de ofrecernos historias cerradas y explícitas, deja espacio al pensamiento, a la interpretación y al juego del lector. Es el lector el que debe descubrir por qué se extrae la piedra de la locura en la pintura del Bosco o desvelar los oscuros secretos que se esconden en la fruta desperdiciada. Eso sí, como él mismo nos dice “todos los elementos tienen que estar en el papel para que el lector pueda cerrar bien la historia”.
“Relatos con abrelatas” es como un semillero de futuras novelas. Cada relato podría ser el comienzo o semilla de una novela.
Los comentarios que siguen a cada relato, además de resultar una innovación, ofrecen un valor añadido al libro. Estas glosas son la historia de la propia historia, una especie de “meta-historia” y una reflexión sobre el proceso de la escritura. Además de resultar reveladores, algunos comentarios encierran una gran belleza y lirismo. Dice Ricardo en “Fruta desperdiciada”:
“Una mirada parece tener el poder de tocarte, como cuando te vuelves sin motivo aparente y te encuentras con los ojos de alguien que te está mirando”
Son los “Relatos con abrelatas” una invitación a todos los sentidos. Hay pinturas que narran historias, relojes que emiten la música de la esperanza y películas en los párrafos de “Fronte”, “La casa de Clara” o “Ituina”. Ricardo nos introduce en la confusión sensorial de la sinestesia: “Allá donde miro escucho la sordera de las cosas”.
En su galería de personajes encontramos seres alienados, extrañados de sí mismos, como el guarda jurado que lee libros; seres que buscan en la Luna en vez de en la Tierra; seres hambrientos de afecto y de nostalgia por el padre muerto, que incluso en el ataúd parece enfadado; esa mujer que “se levanta y conecta un radiorreceptor en el que se gastó la plata de veinte noches de favores al ministro”; aquel que reconoce rostros queridos en la pared lisa de la muerte.
Ricardo va desvelando los interiores de estos seres a través de símbolos que poetizan la realidad: el gato ausente, la ventana abierta, el forro de cómic que envuelve el libro, la incapacidad de pasar la página, el despertador que nos avisa de que un día el amor puede quedarse sin pilas y convertirse en una criatura muerta.
Querido lector, debes tener cuidado de no cortarte al abrir alguna de estas latas. Y si lo consigues, puede que en su interior encuentres un ser llamado “RCR-E-29” que se ha convertido en una piedra.
Al abrir una lata llamada “El hacedor” encuentras el vértigo de no poder leer todo lo escrito, el laberinto borgiano de la búsqueda infinita y la mariposa de su rostro en continua transformación en la corriente del tiempo. Las latas llamadas “La estela del ovillo”, “El viaje”, “La alarma” y “Hoy, en el Dunas” contienen seres que son laberintos que... (pincha aquí para ver el texto completo y seguir leyendo)
Foto: Marián Lucas Rodríguez
2 comentarios:
Una reseña preciosa, qué lujo. Enhorabuena y felicidades Ricardo.
Wow, me dejo ansiosa de poder comprarlo y leerlo. Me encanto el titulo, tiene razon crea expectativas, felicidades!!
Me quede reflexionando con eso de "alla donde miro escucho la sordera de las cosas"
Abrazos, feliz fin de semana!
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