Al concluir la Segunda Guerra Mundial, Georges Simenon, que había permanecido en la Francia ocupada, fue acusado de colaboracionista. Peor fue el caso de su hermano Christian, el favorito de sus padres, por quien tuvo que interceder para salvarle la vida, puesto que en su Bélgica natal había ejercido de auténtico aliado de los nazis, hasta el punto de relacionársele con un oscuro episodio que había dejado una treintena de muertos. La única salida para su hermano menor fue enrolarse en la Legión extranjera francesa e ir a morir a Indochina. Por su parte Simenon, bajo sospecha en el país galo, decidió marcharse a Canadá y luego a los Estados Unidos, afincándose en Tucson, Arizona, donde escribió en 1948 La nieve estaba sucia.
Muchos han querido ver en el colaboracionista sin principios protagonista de su novela al hermano muerto. En cambio Simenon, hace verdaderos esfuerzos por no situarla en ningún lugar ni tiempo concretos, “porque quería que el ocupante fuera lo más neutro posible para mostrar que un hombre puede ser llevado a las peores atrocidades en cualquier país ocupado por cualquier ejército”, afirmó el autor.
“Hamling ha dicho terrorista, como los ocupantes. Otros emplean la palabra patriota. Eso no significa nada. Sobre todo cuando se trata de un funcionario. Es muy difícil adivinar lo que piensa”. No sabemos si le invadió el desierto de Arizona, sí que el silencio que impera en sus personajes se palpa en el frío y sucio ambiente en el que se escenifica la historia, de ahí el título: “La nieve sigue estando sucia, los montones de nieve parecen podridos, con marcas negras e incrustaciones de desechos. El polvo blanco, que a veces se despega de la corteza del cielo y cae en pequeños grumos, como el yeso de un techo, no consigue recubrir esa mugre”.
Este es el caldo de cultivo de Frank, el desalmado protagonista. En un sistema social en el que la violencia gratuita es el pan nuestro de cada día, el joven Frank se forja un carácter absurdamente cruel. “Un mocoso, sí, eso es lo que eres. ¡Un jovencito crápula que se cree que puede permitírselo todo porque su madre tiene un burdel!”, le dice una de las prostitutas, para él el sexo es un mercado de carne. “No se toma la molestia de contestar ni de encogerse de hombros. […] Mira a la gente que le habla como si no la viese, y sigue actuando como si no hubiera oído nada”. Pero no es solo indiferencia: rechaza, e incluso desprecia, cualquier demostración de afecto, en realidad cualquier acto que delate sentimientos.
Así las cosas, es fácil intuir ya la dureza de la narración. Al dichoso Frank la vida le aburre, por lo que no se le ocurre nada mejor que hacer el mal para provocar a la gente, crearse enemigos y que pase algo. La descripción del personaje y sus procesos mentales es estremecedora al tiempo que muy acertada. Nos presenta a un enfermo mental con claras tendencias autolesivas y al que no le importa llevarse a quien sea por delante.
La asepsia moral que impregna la novela me recuerda y mucho a otra publicada unos años antes: El extranjero, de Albert Camus. De esta manera, Frank sería la versión que Simenon hizo del Mersault de Camus. Lo cierto es que el tono contenido y crudo de La nieve estaba sucia conecta plenamente con la corriente existencialista, de la que el libro del premio Nobel es paradigmático.
Sólo algo igual de irracional que el mal, pero por oposición, puede salvar a Frank:... (pincha aquí para ver el texto completo y seguir leyendo)
Muchos han querido ver en el colaboracionista sin principios protagonista de su novela al hermano muerto. En cambio Simenon, hace verdaderos esfuerzos por no situarla en ningún lugar ni tiempo concretos, “porque quería que el ocupante fuera lo más neutro posible para mostrar que un hombre puede ser llevado a las peores atrocidades en cualquier país ocupado por cualquier ejército”, afirmó el autor.
“Hamling ha dicho terrorista, como los ocupantes. Otros emplean la palabra patriota. Eso no significa nada. Sobre todo cuando se trata de un funcionario. Es muy difícil adivinar lo que piensa”. No sabemos si le invadió el desierto de Arizona, sí que el silencio que impera en sus personajes se palpa en el frío y sucio ambiente en el que se escenifica la historia, de ahí el título: “La nieve sigue estando sucia, los montones de nieve parecen podridos, con marcas negras e incrustaciones de desechos. El polvo blanco, que a veces se despega de la corteza del cielo y cae en pequeños grumos, como el yeso de un techo, no consigue recubrir esa mugre”.
Este es el caldo de cultivo de Frank, el desalmado protagonista. En un sistema social en el que la violencia gratuita es el pan nuestro de cada día, el joven Frank se forja un carácter absurdamente cruel. “Un mocoso, sí, eso es lo que eres. ¡Un jovencito crápula que se cree que puede permitírselo todo porque su madre tiene un burdel!”, le dice una de las prostitutas, para él el sexo es un mercado de carne. “No se toma la molestia de contestar ni de encogerse de hombros. […] Mira a la gente que le habla como si no la viese, y sigue actuando como si no hubiera oído nada”. Pero no es solo indiferencia: rechaza, e incluso desprecia, cualquier demostración de afecto, en realidad cualquier acto que delate sentimientos.
Así las cosas, es fácil intuir ya la dureza de la narración. Al dichoso Frank la vida le aburre, por lo que no se le ocurre nada mejor que hacer el mal para provocar a la gente, crearse enemigos y que pase algo. La descripción del personaje y sus procesos mentales es estremecedora al tiempo que muy acertada. Nos presenta a un enfermo mental con claras tendencias autolesivas y al que no le importa llevarse a quien sea por delante.
La asepsia moral que impregna la novela me recuerda y mucho a otra publicada unos años antes: El extranjero, de Albert Camus. De esta manera, Frank sería la versión que Simenon hizo del Mersault de Camus. Lo cierto es que el tono contenido y crudo de La nieve estaba sucia conecta plenamente con la corriente existencialista, de la que el libro del premio Nobel es paradigmático.
Sólo algo igual de irracional que el mal, pero por oposición, puede salvar a Frank:... (pincha aquí para ver el texto completo y seguir leyendo)
© Ricardo Guadalupe
1 comentario:
Me asustan mucho esas redes de poder en las que podemos quedar envueltos en cualquier momento...
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