lunes, 13 de octubre de 2008

HIPÁLAGE / Las palabras infieles que unen

ETIMOLOGÍA

Hay una regla gramatical que dice que las palabras acabadas en el sonido /aje/ se escriben con j, en cambio la palabra hipálage es con g, siendo así una de las excepciones a esta regla. Quizás sea porque mientras que el habitual sufijo –aje, con j, tiene origen francés, la palabra hipálage es de origen griego, concretamente viene del término hypallage que significa cambio.

DEFINICIÓN

Y algo de ese antiguo significado conserva, puesto que la hipálage, que es un recurso del lenguaje, se vale del cambio de lugar de una palabra para conseguir que otras dos diferentes se relacionen entre sí; La palabra que se desplaza, que se cambia, es el complemento lógico de una de ellas, pero en cambio aparece complementando, dentro del mismo enunciado, a otra que no le corresponde. Esta especie de infidelidad lingüística del complemento forma automáticamente un estrecho vínculo entre las otras dos palabras.

EJEMPLO

Un ejemplo se da cuando oímos decir “Esa ruidosa calle está llena de obras”. Estamos ante una hipálage. Porque las calles no son ruidosas; lo son las obras, la gente, los coches…, pero las calles no. Entonces el complemento “ruidosa” no debería referirse a la palabra “calle” y sí a “obras”. Pero lo cierto es que si mantenemos la hipálage conseguimos tal asociación entre “calle” y “obras” que el resultado no puede ser más expresivo: Pareciera que toda la calle fuera una obra.

USO Y EJEMPLOS LITERARIOS

Este efecto de contagio entre palabras próximas que provoca la hipálage ha sido aprovechado por los escritores. Tal es el caso de Rafael Alberti, que en el poemario “Sobre los ángeles”, posiblemente su obra capital, escribió Llovieron en mi cama hojas de cielos marchitos. El adjetivo marchito es propio de las hojas y no de los cielos, pero colocado de ese modo es como si el verso entero contuviera la misma emoción, como si todo se marchitara.

Juan Ramón Jiménez, en “Platero y yo”, escribió Las cosas parecen trastornadas, como si la sombra baja de un paño negro ante el sol ocultase de pronto, la soledad deslumbradora del recodo del callejón. Sabemos que lo que deslumbra es el sol, pero leyendo este texto sentimos que la soledad del recodo del callejón también puede deslumbrar.

Por cierto, hemos visto en los dos ejemplos que el complemento que cambia es un adjetivo. Es el caso de hipálage más común; El del adjetivo que pasa de complementar a un sustantivo a complementar a otro.

PARTICIPACIÓN

Yo soy de la opinión de que el lector forma parte del proceso de la obra literaria, completando dicho proceso. Comprobemos esto con la hipálage. Borges habló de “lectores a la luz de lámparas estudiosas”, calificando así a través de esta hipálage a esos lectores y a sus lecturas. Así que pongamos un adjetivo a las lámparas que acompañan nuestras lecturas, y de cierta manera estaremos calificando también nuestras lecturas y las obras literarias de que se traten. Entonces, ¿Cómo son las lámparas que dan luz a vuestras lecturas?

1 comentario:

CristinaVR dijo...

Una soñadora lámpara ilumina mis libros.