sábado, 22 de noviembre de 2008

Gioconda Belli (Nicaragua) / La mujer habitada (fragmento)

"Yo recibí noticias de las mujeres de Tegucigalpa. Habían decidido no acostarse más con sus hombres. No querían parirle esclavos a los españoles. Aquella noche era la luna llena, noche de concebir. Lo sentí en el ardor de mi vientre, en la suavidad de mi piel, en el deseo profundo de Yarince. Regresó de la caza con una iguana grande, color de hojas secas. El fuego estaba encendido y la cueva iluminada de rojos resplandores. Se acercó y después de comer acarició el costado de mi cadera. Ví sus ojos encendidos en los que se reflejaban las llamas de la hoguera. Quité su mano de mi costado y me resbalé más lejos, hacia el fondo de la cueva. Yarince vino hacia mí creyendo que se trataba de un juego para excitar más su deseo. Me besó sabiendo cómo sus besos eran pulque jugoso en mis labios: me emborrachaban. Lo besé. En mí surgían imágenes: agua de los estanques, tiernas escenas, sueños de más de una noche, un niño guerrero, rebelde, inclaudicable, que nos prolongara, que se pareciera a los dos, que fuera un injerto de los dos, cargando las más dulces miradas de ambos. Me aparté antes de que sus labios me vencieran.
Dije: No, Yarince, no.
Y luego dije no de nuevo y dije lo de las mujeres de Tegucigalpa, de mi tribu: no queríamos hijos para las encomiendas, hijos para las construcciones, para los barcos, hijos para morir despedazados por los perros si eran valientes y guerreros.
Me miró con ojos enloquecidos. Retrocedió. Me miró y fue saliendo de la cueva, mirándome cual si hubiera visto una aparición terrible. Luego las ramas de la hoguera, muriéndose encendidas.
Más tarde escuché los aullidos de lobo de mi hombre. Y más tarde aún, regresó arañado de espinas. Esa noche lloramos abrazados, conteniendo el deseo de nuestros cuerpos, envueltos en un pesado rebozo de tristeza. Nos negamos la vida, la prolongación, la germinación de las semillas. ¡Cómo me duele la tierra de las raíces sólo de recordarlo!
No sé si llueve o lloro."

3 comentarios:

Ricardo Guadalupe dijo...

Cualquier forma de esclavitud o tiranía, venga de quien venga, es devastadora para el ánimo humano.

Si a menudo la desesperanza y el pesimismo sobre la situación actual hace que haya gente que renuncie a traer hijos a este mundo, ese sentimiento adquiere dimensiones dramáticas cuando hacen acto de presencia el sometimiento y el abuso de poder indiscriminados. A uno se le quitan las ganas de seguir creyendo en el futuro.

Por eso es tan importante denunciar hechos así y dar voz a los que los sufren. Tal como hace Gioconda Belli en este texto, que recuerda a los que normalmente no son recordados, invistiéndoles además de la dignidad que se merecen aquellos que aun sin libertad son fieles a sí mismos como única vía para resistir.

gemmacan dijo...

Qué duro. Pero así ha de ser, renunciar libremente a una libertad para no caer en un futuro esclavo. ¿Por qué será que hay pueblos, personas, que nacen para ser los olvidados? Como condenados desde antes de su concepción, como si un estigma les acompañara en el momento de ver la luz... Y aunque Belli lo grite, lo deje impreso, lo denuncie ¿sirve realmente para algo?

Ricardo Guadalupe dijo...

Esa es una función fundamental para un escritor que se precie como tal: Escribir la memoria de su tiempo. Que en la mayoría de los casos no coincide con la versión de los vencedores. Últimamente elijo antes una novela que un libro de historia para conocer realmente lo que pasó.
Besos,
Ricardo