lunes, 3 de septiembre de 2012

Leyendo "El mal de Montano" de Enrique Vila-Matas

Para empezar que quede claro que no estamos ante una novela sino ante un ensayo. Mejor entenderlo así desde un principio porque se trata de un libro que gana cuanto más reconoce su verdadera esencia, la del ensayo, y en cambio pierde cuanto más se hace pasar por lo que no es o por lo que le gustaría llegar a ser sin conseguirlo, es decir, una novela.

Dicho esto no os sorprenderá que os haga la siguiente propuesta: arrancad las primeras cien páginas y tiradlas a la basura. Son las páginas que más se engañan a sí mismas, son una carga para el resto, van de lo que no son, pretenden ser literatura por el camino de la creación de una historia y un estilo, lo que viene a ser una novela, y se quedan en poca cosa, son páginas que no huelen a nada.

Me explico, venía de leer a Marías, cuyas páginas exhalan un potente olor corporal –me ha dado por referirme así a la personalidad y madurez narrativas–, cuando me encuentro en Vila-Matas un humor de caca-culo-pis sin olor alguno. Las páginas de Vila-Matas huelen a culo limpio y sonrosado de bebé, a nada.

Aunque ahora que lo pienso sí que hay algo que podéis rescatar de esas cien páginas que acabáis de tirar a la basura: en las últimas el personaje principal eyacula en sueños, lo que da pie, esta vez sí, a una divertida situación. El resto es una eyaculación en vigilia, consciente, lo que vulgarmente se conoce como una paja mental. ¿No me creéis? Aquí van algunas de sus “perlas”:

“La literatura está siendo acosada, como nunca lo había sido hasta ahora, por el mal de Montano, que es una peligrosa enfermedad de mapa geográfico bastante complejo, pues está compuesto de las más diversas y variadas provincias o zonas maléficas; una de ellas, la más visible y tal vez la más poblada y, en cualquier caso, la más mundana y la más necia, acosa a la literatura desde los días en que escribir novelas se convirtió en el deporte favorito de un número casi infinito de personas”. Todo indica que al señor Vila-Matas le molesta el creciente interés de la gente por la escritura. Puede ser puro elitismo o simple temor a ver superado su pobre estilo por cada vez más gente.

Llega a escribir lo siguiente: “Pensar no está al alcance de todos”. Sin comentarios. Bueno, sí: me recuerda a lo que en una ocasión me dijo una jefa que tuve: “No pienses”.

A España la llama “suburbio”. Y a las personas-libro las insulta de una manera más directa: “Si fuera idiota, estaría orgulloso de saberme de memoria el cuento de Montano, pero no voy a caer en una estupidez semejante […] he acabado resistiéndome a memorizarlo como si yo tuviera que parecerme a uno de aquellos grotescos hombres-libro de Fahrenheit 451”. En el mundo que describe Ray Bradbury en Fahrenheit 451, por quien no lo sepa, no hay libros, están prohibidos. Sin embargo hay personas que los memorizan, por la supervivencia de la literatura. Yo soy persona-libro, pertenezco a una organización que inspirada en ese libro memoriza y narra la palabra literaria. Creo que el señor Vila-Matas nos debe una disculpa. Por cierto, el adjetivo “grotesco” es la tercera vez que lo emplea en apenas unas páginas, que alguien le regale un diccionario de sinónimos.

En fin, estas podrían ser meras divagaciones, como tantas hay por ahí, para gustos colores, si no llega a ser porque las remata con una ocurrencia de lo más inocente: se erige como baluarte de “lo verdaderamente literario en el mundo”. ¡Acabáramos! Con esto sí que nos hace reír, desternillarnos por el suelo en mi caso, precisamente cuando menos lo pretende... (pincha aquí para ver el texto completo y seguir leyendo)


Este artículo me lo publicaron en la revista digital Terral, en su número de junio del presente año.

2 comentarios:

Mariluz GH dijo...

¡Qué bien... me ahorras una pérdida de tiempo irreparable! :)

dos abrazos Ricardo

Ginés J. Vera dijo...

Creo que ya te comenté algo al respecto de tu "amor" a Vila-Matas. En este caso me reitero en la valentia de que seamos capaces no solo de reseñar un libro que nos gusta, sino de saber decir de una obra que es lo que no brilla, lo que el autor tal vez no logró desde dentro y las editoriales con tal de vender empujen a fuerza de talonario. Gracias por tu sinceridad, Ricardo.