martes, 10 de septiembre de 2013

Leyendo "Intemperie" de Jesús Carrasco

Cinematográficamente nunca olvidaré el duelo final de la película Once Upon a Time in the West, que enfrenta a Charles Bronson y Henry Fonda. De fondo el desierto de Almería y la música de una armónica que resuena hasta hacerte entrar en trance. ¿Qué tiene que ver con Intemperie? Pues algo tiene que ver a mi parecer. Porque el libro sigue varios de los arquetipos del género western. Sin ir más lejos, también hay una especie de duelo final, aunque sea entre un anciano cargando con una escopeta casi más grande que él y un malvado con los pantalones bajados apuntando con su particular pistola.

El malvado en cuestión es el alguacil, un representante de la ley corrupto que marca las bases del territorio sin ley en el que se va a desarrollar la novela. Los bandidos campan a sus anchas, aprovechándose de los indefensos para hacer su propia vida más fácil. Por otro lado, los buenos de la historia son buenos a más no poder, sin ambages. Como los granjeros del viejo oeste, viajan esperanzados con la utopía de vivir en paz y libertad.

Yo no sé si el escenario es el desierto de Almería, puesto que no lo dice, pero se trata de un llano igual de inhóspito que representa el infierno físico y abstracto que vive el niño protagonista de Intemperie: “Sintió la inmutabilidad de lo que le rodeaba, la misma calidad inerte en todo cuanto podía tocar o ver y, por primera vez desde que inició su huida, tuvo miedo de morir”. Lo que le rodea es inmutable, es la muerte.

Un sabio anciano de pocas palabras le enseñará a defenderse por sí solo. Y sobre todo a defender los principios inquebrantables de una moral cristiana muy diferente a la que había conocido el niño hasta entonces. Además, lo hace de la mejor manera posible, con el ejemplo, sin palabrería barata. En antítesis a la violencia con la que había crecido, nuestro protagonista descubre el amor, en el amplio sentido de la palabra: “Era la primera vez que se encontraba tan cerca de alguien sin estar peleando”.

En cuanto a su familia, vivía al final de una estación de ferrocarril abandonada, en la casa del guardagujas, como la llamaban todos. Quién sabe si inspirada en la destartalada estación donde tres matones esperan a Charles Bronson, alias armónica, en el arranque de Once Upon a Time in the West, esta sí, imprescindible.


© Ricardo Guadalupe

1 comentario:

Julio L. Rodríguez dijo...

Este libro me encantó. Tiene ese ramalazo de viejos libros latinoamericanos como los de Rulfo, Ciro Alegría o un Manuel Scorza, (los dos últimos peruano) Ya sabes que tirando pa casa. Un abrazo Ricardo.