lunes, 19 de enero de 2015

Leyendo "La subasta del lote 49" de Thomas Pynchon

La literatura posmoderna ya huele. ¿Es que ninguna otra corriente va a tomar el relevo? Sea con el nombre que sea. Un poco de aire fresco por favor. Demasiada contracorriente en las letras posmodernistas, se diría que van incluso contra sí mismas. Este es el caso de La subasta del lote 49, una novela frecuentemente citada como ejemplo de ficción posmoderna. Me pregunto cuál fue la intención del autor, si es que tuvo alguna. En una de sus páginas se puede leer “Escucho una melodía y la descompongo”. ¿De eso se trata?, ¿de descomponer con su simulacro de trama la novela negra? Porque podría pensarse que es una burla a la novela negra, pero esto no es más que una mera conjetura, qué crítica se puede urdir con tal material, que es una descomposición en sí misma, y de su olor mejor no hablar.

Menos mal que hay pasajes en los que el autor se harta de sí mismo y cambia el posmodernismo por el humor absurdo, de manera que su protagonista recuerda en algo al Superagente 86, aunque con bastante menos gracia. Podría parecer casualidad, pero el hecho es que la novela se publicó en 1966 y la famosa serie televisiva se emitió en la NBC entre 1965 y 1969. Además en ambas historias se nombran en mayúsculas organizaciones estrambóticas como R.E.S.T.O.S. y CONTROL respectivamente. También comparten reconocimientos: siete fueron los premios Emmy que ganó Superagente 86, mientras que La subasta del lote 49 fue seleccionada por la revista TIME como una de las mejores novelas de habla inglesa de 1923 a 2005. No puedo evitar la idea de que esto último se debe a otra broma, de mal gusto. O quién sabe si influyó la aureola misteriosa que rodea a Thomas Pynchon, que padece una extrema fobia social, a lo Salinger, lo cual disparó considerablemente su cotización.

Lo que no es de recibo es la moralina de la parte final del libro, no viene a cuento. Es como si realmente se tomara en serio algo de lo que ha escrito. Confío en que no fuera así, lo contrario me infundiría una profunda lástima.


© Ricardo Guadalupe

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