miércoles, 27 de agosto de 2008

PROSOPOPEYA / Las palabras no humanas

EJEMPLO LITERARIO

Esta vez, para presentar la palabra en cuestión, empezaré por el final, por el ejemplo literario. Leed este pasaje de la novela “Flush”, de la británica Virginia Woolf: “Por tanto, los perros difieren entre sí, comenzó a sospechar Flush. Unos son de elevada condición y otros de baja, y sus sospechas se vieron confirmadas por retazos de conversación entre los perros de Wimpole Street: «¿Ves aquel tipejo? ¡Bah, un mestizo! ¡Caray, vaya un spaniel con buen tipo! ¡Es de la mejor casta inglesa! ¡Qué lástima que no tuviera las orejas un poco más abarquilladas! ¡Fíjate en aquel del tupé!»”. Una vez leído, a ver, ¿qué es lo que está contando?; Pues una conversación entre perros. Flush, que es un cocker, oye hablar a otros perros. Por tanto, se están atribuyendo a estos animales facultades del hombre. Y eso es un ejemplo de prosopopeya, que es en definitiva la palabra en la que nos vamos a centrar, la prosopopeya.

ETIMOLOGÍA

Es una palabra que viene del griego prósopon, que significa máscara, y se refiere a aquellas máscaras que los actores se ponían en el teatro griego. De ahí que los griegos entendieran la prosopopeya como la representación de personalidades distintas a la propia.

DEFINICIÓN

Un significado que no difiere mucho de su actual definición si tenemos en cuenta que la prosopopeya es una personificación. Es decir, atribuye naturaleza humana a animales, a objetos e incluso a conceptos abstractos; o dota de vida a cosas inanimadas que no la tienen.

USO LITERARIO

Y si uno se pregunta el por qué del uso de la prosopopeya, baste acordarse de la popular expresión “Si estas paredes hablaran…”, porque lo que hacen, por ejemplo, los escritores es dar voz a testigos tan privilegiados, como pueden ser las paredes, conocedoras de los secretos no ya sólo de una familia sino de generaciones enteras. Otros testigos a los que se da voz en la literatura, aunque generalmente por motivos más macabros, son los muertos. El uruguayo Horacio Quiroga, cuya vida y obra estuvo siempre en tan estrecha relación con la muerte, dejó reflejado este tipo de prosopopeya en alguno de sus relatos. De cualquier modo, la prosopopeya no es un recurso ni mucho menos fácil, ya que partir de una base de irrealidad es una dificultad añadida a la hora de tratar de meter al lector en la historia.

LA FÁBULA

En cambio sí funciona muy bien la prosopopeya en la llamada “literatura didáctica”, y más concretamente, en las fábulas. De hecho es en la fábula donde se da la palabra a los animales y, a través de una historia de fácil comprensión, se intenta enseñar un principio moral, generalmente resumido en una moraleja. Y todo porque vemos antes la paja en el ojo ajeno que en el propio, por eso se elige animales para que representen nuestras cualidades, las humanas. Por ejemplo, en la fábula de “La cigarra y la hormiga”, creada por Esopo hace más de veinticinco siglos, se contraponen la cigarra y la hormiga, que personifican al ocioso y al trabajador respectivamente. Entonces, cuando en la fábula se queda la cigarra sin comida para el invierno, entendemos claramente la necesidad de ser trabajadores si no queremos que nos pase lo mismo.

PARTICIPACIÓN

Ahora seamos nosotros los que nos atrevamos con una prosopopeya. Dejando a un lado si es creíble o no, propongo que pensemos en nuestro escritor favorito y que nos pongamos en la piel de una neurona que habitara en su cerebro. ¿Qué es lo que contaría esa neurona? ¿Qué impresiones tendría?

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