sábado, 22 de noviembre de 2008

Félix Varela (Cuba) / Cartas a Elpidio (fragmento)

"Al descontento que causa la impiedad se sigue, querido Elpidio, la desconfianza de los pueblos; mal terrible que destruye todos los planes de la más sabia política y anula los esfuerzos del más justo gobierno. Persuadidos los hombres de la necesidad de una garantía contra la malicia, y no pudiendo encontrarla en las leyes, que como dijo un sabio de la antigüedad, nada valen sin las buenas costumbres, claman por un principio que las produzca y asegure. La vida de los impíos es un testimonio irrefragable de que no siguen este deseado principio y que la relajación está, casi siempre, unida a la impiedad. ¿Cómo pueden inspirar confianza? El sagrado juramento es en sus labios una ficción ridícula y una mofa la más insultante. Jurar por un Dios en que no se cree, o de quien nada se espera y nada se teme, es tratar a los demás hombres como a niños, o a dementes; cuyas ideas suelen aprobarse sólo por complacerlos y acallarlos. ¿Puede darse mayor insulto? Los que empiezan por mentir en la misma promesa, ¿podrá creerse que tienen ánimo de cumplirla? Preséntanse como creyentes y juran como ellos, dando a entender que tienen las mismas ideas y los mismos sentimientos, al paso que en su mente contrarían cada una de sus mismas palabras; resultando que ni ellos se creen mutuamente, ni nadie los cree, por muy bien que desempeñen su papel cómico-político. Difundida, pues, la impiedad en el cuerpo social destruye todos los vínculos de aprecio, y a la manera de un veneno corrompe toda la masa y de la muerte. El honor viene a ser un nombre vano, el patriotismo una máscara política, la virtud una quimera y la confianza una necesidad."

4 comentarios:

Ricardo Guadalupe dijo...

Este texto escrito en 1835 por uno de los padres de la nación cubana sigue estando vigente en nuestros días. La actitud de la gran mayoría de los políticos nos recuerda el sentido etimológico de la palabra “prestigio”. Ojo, no el que atribuye estima y buen nombre sino aquella acepción que dice “engaño, ilusión o apariencia con que los prestidigitadores emboban y embaucan al pueblo”; una definición poco usada de la palabra prestigio pero que cuadra a la perfección con el comportamiento de la clase política en general.

No creo estar pecando de pesimista con esta opinión. Además, mi día a día laboral, como redactor de discursos políticos, me hace tener una visión cada vez más clara sobre la mercadotecnia del poder. Tengamos en cuenta que estamos en una época donde hay una creciente concentración de poder en los políticos, puesto que, por ejemplo, en ellos está recayendo una responsabilidad de orden ético y moral que en otro tiempo desempeñaba en mayor medida el poder eclesiástico.

A la Iglesia su escaso compromiso con las nuevas realidades le ha costado dejar de ser un referente para millones de personas que ahora buscan poder confiar y tener fe en el discurso de líderes políticos. La cuestión es que, por un lado, toda concentración de poder es peligrosa, y por otro, los líderes políticos en cuestión no ofrecen ninguna confianza, con la sensación de desamparo que ello genera inevitablemente en la población.

A lo que iba, escuchando, sin ir más lejos, los debates televisados con ocasión de las últimas elecciones en España (nótese que estos debates se dan con carácter excepcional, y no como norma, que es como debería ser; Pero es que el riesgo no está contemplado en el decálogo político, sino más bien lo contrario: el sálvese quien pueda.), pues bien, escuchando, como decía, esos debates, uno percibe sin mucho esfuerzo desde la manipulación de datos interesada (de uno y otro lado) hasta la falta de diálogo que debiera caracterizar la acción política.

Y sobre todo, lo que uno percibe es una completa ausencia de naturalidad y empatía, que por momentos llega a ser agresiva, de tan medida y premeditada que se muestra. Todo ello, y entiendo que lejos de la intención de los políticos, lo que proyecta es miedo, mucho miedo. Se les ve con miedo a que sincerarse y defender sus ideas les pueda arrebatar la más mínima cota de poder. Y eso les lleva a refugiarse en una ambigüedad y en unos juegos de palabras que es en lo que se ha convertido hoy el lenguaje político.

Pero esta prestidigitación, en el peor sentido de la palabra, no es nueva, como así demuestra este texto de Félix Varela, el cual clama por una necesidad tan básica para el ciudadano como es sentirse representado políticamente desde la verdad y no desde la pantomima.

gemmacan dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo, y lo digo con bastante conocimiento de causa ya que llevo más de dos años metida de lleno en la política.
En los discursos hay que ir con tanto tino, con tanto cuidado, que pecamos en muchas ocasiones de parecer falsos. Lo políticamente correcto ha acabado con la pasión, con la sinceridad, incluso con la visceralidad que se daba muchos años atrás.
Es complicado. Más de una vez debo morderme la lengua, y me arde el estómago de tanto tragar, cuando en realidad, lo que mis votantes desean es que aún perdidendo los papeles, espete realmente lo que siento y al menos, quede patente mi fidelidad a los ideales.
Repito que es muy complicado y es necesario ,hoy en día, moderarse y ser relativamente comedido, aunque puede ser que la gente lo que espere -y más en los difíciles tiempos que nos amenazan- sea más valor, más lucha, más coraje.
Igual sería interesante cambiar de estrategia.

Ricardo Guadalupe dijo...

Bueno, bueno, ya me dirás que ideas defiendes. Aquí tienes a un votante en potencia.

Y sí, capto enseguida los políticos que se muestran desde la emoción. Puedo estar o no de acuerdo con ellos pero adquieren desde ese momento mi respeto.

La emoción y el ser un buen negociador no tienen por qué ser dos cosas que estén reñidas. Hace falta mucha habilidad, pero son compatibles.

ANA HIMES dijo...

He de reconocer que me ha costado un poco leerlo porque me parecía super interesante pero algo denso. Me encanta! Prefiero que sea así, que cada frase me sorprenda y que haya multitud de sentidos en él...

Un beso!

Ah por cierto, ya publiqué nueva entrada musical ;-)