sábado, 7 de febrero de 2009

Fronte

Un golpe de aire caliente fue lo que empujó a la papeleta de una tómbola a través del polvo levantado por el gentío, llevándola más allá de los puestos de bisutería, lejos del ruido de las casetas de tiro al blanco y del centelleo de la luminaria. Sólo la rueda de un carromato consiguió atraparla. Era el carromato de Fronte, el caballo de un circo itinerante apagado, arrinconado por montañas rusas y barcos vikingos. Entonces un relincho anticipó una serie de embestidas que hicieron temblar las paredes del carromato, hasta acabar la puerta echada abajo y asomar por ella la crin blanca del viejo Fronte. Y no se frenó ahí, su paso fue directo hacia el escenario, pronto se encontró trotando en círculo ante las gradas vacías, algo que no impidió que se animara elevando aún más sus bufidos a cada vuelta que daba a la pista, como recordando tiempos mejores. Al cabo galopaba de un modo que su avance se confundía con la estela que dejaba su propio lomo. Tal velocidad provocó que los objetos de su alrededor comenzaran a vibrar y desplazarse en idéntica trayectoria circular. Poco después se sumaron a esa inercia tornillos que a su vez liberaron sillas que también fueron arrastradas. Trampolines, diábolos y redes cedían igualmente a medida que el impulso emanado de Fronte les alcanzaba. Todo giraba en torno a él. Narices de payaso y aros se adelantaban unos a otros, mientras que el cuerpo de Fronte no era visible ya sino como una sombra en carrera que daba forma a un gran anillo blanco. En ese momento la arena se elevó y tras ella lo demás. Incluso las jaulas se despegaron del suelo y a pocos metros por encima era un trapecio el que volaba en derredor. A continuación los cascos de Fronte se fueron hundiendo en un surco a cada pisada más profundo, y por ahí le siguió aquello cuanto le rodeaba. Todo parecía bajar por un embudo hasta ser engullido por el surco. Únicamente la carpa se le atragantó y quedó en la superficie, tendida con sus franjas de colores.


© Ricardo Guadalupe

9 comentarios:

Ricardo Guadalupe dijo...

Una dedicatoria: al tema “Dulce locura”, de La oreja de Van Gogh, un grupo con el que no suelo conectar, pero vaya si lo hice con este tema. Sus notas de piano eran las que en mi imaginación pisaba Fronte mientras escribía su historia, y el ulular de Amaia Montero el viento que agitaba sus crines.

Diana H. dijo...

Me fui llevada en la locura giratoria de Fronte, y terminé siendo parte del taladro que partió el suelo y enterró al circo que, por mucho que duela (y duele), ya estaba apagado. Me gustó, Ricardo, y me transmitió toda esa bella tristeza que no puedo evitar me despierten los circos y más aún sus animales. Saludos.

Dante Bertini dijo...

pasaba por aquí...
como en la canción de Aute,
tal cual te había prometido

que tus caballos no se desboquen
un abrazo

Feliciti dijo...

Gracias por tu huella, me ha gustado Fronte, lo leí ayer noche y el anterior a Fronte tampoco desmerece nada.

Saludos!

gemmacan dijo...

La música ayuda muchas veces a imaginar palabras encadenadas. Tengo textos que no puedo leer sin tararear interiormente la canción que les dio la vida.
En este caso, aunque por mi indiferencia hacia "La oreja..." no conozco la música, creo que no me hace falta para saborear el relato, y ver a Fronte hundiéndose en ese surco circense.

Un abrazo!

pepa mas gisbert dijo...

A veces es necesario un vendaval, un Fronte que se lo lleve todo.

Saludos, estupendo texto

ANA HIMES dijo...

Perdón por haber estado un poco perdida pero te aseguro que te he seguido leyendo Ricardo y la verdad es que noto mucha madurez en los últimos relatos, me han encantado.

Y éste último me ha enganchado totalmente, he visualizado cada recorrido y movimiento de esta aventura de "objetos encontrados". Genial!!!

un besito.

Trenzas dijo...

¿Y qué otras canciones van a inspirar otros relatos tan buenos?
:)
Este "efecto mariposa" me ha encantado. El mínimo impulso que se necesitaba para despertar a Fronte y sus ansias de , por una vez, correr y volar y desaparecer.
Ya sabes eso de que cada lector lee un relato diferente. No sé en qué pensabas tú cuando lo escribiste. Yo leo un caballo que se suicida demostrando, quizás, todo aquello que no le dejaron demostrar mientras tiraba de un viejo carromato, aprovechando la ocasión de que algo se ha movido, por pequeño haya sido el movimiento.
"El ruido de un trueno", ya sabes...
En fin, eso, que me ha gustado mucho y que aún seguiré encontrando otras lecturas :DDD
Un abrazo y muchas felicitaciones

Ricardo Guadalupe dijo...

La verdad es que creo sin temor a equivocarme que todo lo que he escrito tiene su banda sonora, una música diferente en cada ocasión que ha acompañado e influido a todos y cada uno de mis textos.

En cuanto a tu interpretación, Trenzas, me gusta, y no tiene por qué coincidir con la mía. De hecho tengo un aprecio especial por los textos literarios que permiten participar al lector con su interpretación personal. La mía prefiero no darla explícitamente, pero sí diré que tiene algo que ver con ese final tan apoteósico de la película “Alguien voló sobre el nido del cuco”.

Un abrazo fuerte a todos