sábado, 7 de marzo de 2009

El Olvidón

Yo de pie, quieto, aunque chascando los dedos, como siempre. El suelo está cubierto hasta donde alcanza mi vista de raíles de tren que se cruzan, desvían y bifurcan. Es el vaivén de las bielas y su pitido aproximándose lo que me ha paralizado. ¿Qué combinación de vías tomará? ¿Acabará contra mí?

Lo había vuelto a soñar. Lo achaqué a lo incómodo de mi.., del pavimento. Cuando uno despierta se da de bruces con el momento más crítico del día. Recibes en forma de fogonazo toda la información de tu vida. Esa mañana me encontraba en una realidad diferente. Ignoraba por qué aquel nuevo caso que traía entre manos me había hecho dar un paso más allá. Ahora estaba en una cuerda tensada sobre el vacío.

Mi barra de equilibrista hizo que mis pensamientos reposaran en mis sentidos. Paredes cóncavas disparadas por grafiteros, el tam tam continuo de los coches al pasar por encima del túnel, un tropel de zapatos con pisadas de ida y vuelta, el olor a orín seco y… mi paciente. Se desperezaba a unos pasos de mí. Sus movimientos eran metódicos. Con su pelo cano velándole el rostro alcanzó a ajustarse unas deportivas de suelas tan lacias como su cabello. Nadie hubiera dicho que se trataba de D. Vidal Osacar, presidente de la Compañía GML. Ni siquiera él se reconocía. Tenía amnesia total. Y yo, debía ser su memoria. Tres líneas de la carta enviada a mi consulta lo dejaban muy claro: “Dr. Maqueda, ejecutamos con la presente el seguro médico de la Compañía. Queremos recuperar los servicios del Sr. Osacar, que ha causado baja posiblemente por estrés. Hágase con total discreción y sin ingreso en Clínica alguna. Fdo.: Comité de socios de la Compañía GML.” Desde entonces lo observaba a lo entomólogo hacía ya tres semanas. Parecía que se había metido en un laberinto de muros tan altos que le era imposible orientarse. Mi trabajo consistía en tratar de encontrar una puerta falsa por donde sacarle. Aquel día di con ella. La llave la tenía él mismo sin saberlo. Era una jaula de pájaros que había recogido el día anterior de entre una montaña de chatarra.

Me despegué de los cartones y me incorporé en busca de... (pincha aquí para ver el texto completo y seguir leyendo)


© Ricardo Guadalupe

9 comentarios:

Ricardo Guadalupe dijo...

La memoria, ese elemento tan trascendental para nosotros como individuos e incluso diría yo que para nuestra especie en su conjunto. Me interesan mucho los mecanismos que la bloquean y que impiden así nuestro desarrollo y evolución. Conociendo esos mecanismos es como podemos recuperarla o al menos no volver a perderla.

En el caso del personaje de Vidal fue una vivencia traumática, que puede entenderse como una proyección de su propia existencia traumática, la que causó el bloqueo de su memoria. En cuanto a la solución planteada en el relato me consta que la practican algunos psicólogos. Tú no eres “el olvidón”, es algo externo a ti, ajeno, como un virus. Ese es el primer paso para localizarlo, tratarlo y, si es necesario, aislarlo o eliminarlo.

Otra historia es la del personaje del Dr. Maqueda. A menudo nos ocupamos de los demás para no ocuparnos de nosotros mismos, algo esto último que, más tarde o más temprano, se hace inevitable.

Poli dijo...

Un mensaje en blanco hubiese sido lo ideal, para expresarte que me has dejado sin palabras.

La memoria sin dudas es la herramienta que nos permite ser quienes somos, individual y socialmente, pero sin dudas es la herramienta que nos da la posibilidad de no repetir errores.

Un abrazo

Esteban dijo...

Hola:
Vengo a devolverte la visita a mi blog y, ya que estoy aquí, con tu permiso, me voy a dar una vuelta.
Un abrazo,
Esteban

P.D. - Por favor, cuando me visites hazlo al blog http://champanporlastetas.soy.es ya que el de blogspot lo tengo muy pco actualizado

pepa mas gisbert dijo...

Curiosos son los caminos de la memoria, a veces no viene a nosotros cuando lo queremos y otras veces queremos olvidar y ella se interpone en nuestro deseo.
La memoria es siempre difícil de controlar a nuestro antojo.

Saludos

Feliciti dijo...

Yo suelo andar siempre bastante desmemoriada (sonrío) por eso tu relato me pareció tan familiar. Saludos tardíos pero seguros, gracias por tu generosa visita!

Diana H. dijo...

Qué bueno que leí todo tu cuento antes de tu comentario. Me gusta disfrutar del impacto puro de tu texto antes de que pases a explicarlo. Me resultó lleno de poesía: un hombre sin memoria, puro presente oscuro, una jaula sin pájaro, un hombre tan perdido en la vida como su paciente.
Y otra coincidencia: en la escena que acabo de escribir para mi taller literario, declaro en el final la amnesia total del personaje.
Un beso!

CASANDRA dijo...

"Cuando uno despierta se da de bruces con el momento más crítico del día. "
Me resultó muy interesante leerte, me quedo pensando y "haciendo memoria..." nos sguimos viendo, cariños.

Trenzas dijo...

Me ha gustado la forma en que has planteado esta aventura de olvidos.
Quizá sea más fácil, si se encuentra el motivo idóneo, regresar de un olvido involuntario que de otro olvido buscado, deseado.
El buen doctor puede que haya encontrado, en la búsqueda del otro, lo que verdaderamente quería de la vida.
Estupendo relato, Ricardo.
Abrazos fuertes.

Ricardo Guadalupe dijo...

Tal como sugerís, olvidar también tiene su función, es útil para gestionar eficientemente tanto la información como los sentimientos que vamos acumulando con el paso del tiempo.

A este respecto, no creo que olvide nunca un fragmento en el que el personaje de Sherlock Holmes habla sobre la memoria. Es este (pertenece a la novela Estudio en escarlata, y el narrador es Watson):

"Cierta vez que saqué yo a colación el nombre de Tomás Carlyle, me preguntó, con la mayor inocencia, quién era aquél y lo que había hecho. Mi estupefacción llegó sin embargo a su cenit cuando descubrí por casualidad que ignoraba la teoría copernicana y la composición del sistema solar. El que un hombre civilizado desconociese en nuestro siglo XIX que la tierra gira en torno al sol, se me antojó un hecho tan extraordinario que apenas si podía darle crédito.

-Parece usted sorprendido -dijo sonriendo ante mi expresión de asombro-. Ahora que me ha puesto usted al corriente, haré lo posible por olvidarlo.

-¡Olvidarlo!

-Entiéndame -explicó-, considero que el cerebro de cada cual es como una pequeña pieza vacía que vamos amueblando con elementos de nuestra elección. Un necio echa mano de cuanto encuentra a su paso, de modo que el conocimiento que pudiera serle útil, o no encuentra cabida o, en el mejor de los casos, se halla tan revuelto con las demás cosas que resulta difícil dar con él. El operario hábil selecciona con sumo cuidado el contenido de ese vano disponible que es su cabeza. Sólo de herramientas útiles se compondrá su arsenal, pero éstas serán abundantes y estarán en perfecto estado. Constituye un grave error el suponer que las paredes de la pequeña habitación son elásticas o capaces de dilatarse indefinidamente. A partir de cierto punto, cada nuevo dato añadido desplaza necesariamente a otro que ya poseíamos. Resulta por tanto de inestimable importancia vigilar que los hechos inútiles no arrebaten espacio a los útiles"

Bueno, este era el fragmento. Genial, ¿no? Y también extrapolable al terreno de los sentimientos. Si el rencor me bloquea, tengo la opción de olvidar la situación que lo ha creado y punto.

Muchísimas gracias por vuestros comentarios. Ah, y Luzdeana, ya tengo ganas de leer ese texto que escribiste para tu taller de literatura.

Un fuerte abrazo a todas/os.