viernes, 3 de abril de 2009

El aspirante

Tres, dos, uno. Tierra, aire y mar. Rebobinemos, sí, fue el cohete de propulsión derecho. Así quedó en el informe que la viuda de Ellison Onizuka leyó a su hijo unos años más tarde. Pero ni por esas consiguió que se quitara el casco de su padre que llevaba puesto durante días. Tampoco el médico se atrevió a sacárselo momentos después de que decidiera tirarse de cabeza desde lo alto de una silla. Por eso, mientras llegaba la ambulancia, fue a través del cristal del casco que vio de nuevo en la televisión la cabina cayendo al mar. Parecía un meteorito, un cuerpo extranjero ajeno a este mundo.


© Ricardo Guadalupe

2 comentarios:

Julio L. Rodríguez dijo...

Éste me ha gustado mucho Ricardo. Cómo es posible decir tanto en tan poco, verdad?.
Un saludote amigote.

Ricardo Guadalupe dijo...

Gracias, Julio. Por cierto, no sé si advertiste que este microrrelato hace referencia a un hecho real, al accidente del transbordador espacial Challenger. El señor Onizuka fue uno de los astronautas fallecidos aquel día. Lo que cuento en el microrrelato es inventado, claro, pero quería dejar constancia del impacto que me causó la imagen de la explosión del Challenger. Realmente ver la cabina de la nave cayendo al mar fue para mí lo más parecido a ver la caída de un meteorito ajeno a este mundo.

Un abrazo